Una Mejor Manera de Orar
Los cristianos saben que deben orar. Pero muchos sienten que no funciona. Es porque les han enseñado mal. En esta serie, Andrew muestra cómo es que estas ideas equivocadas limitan nuestra vida de oración. Él también enseña cómo orar de una manera correcta y productiva.
Hace décadas, estaba participando en una reunión de oración toda la noche bombardeando las puertas del cielo. Me recuerdo golpeando la pared y gritando: “¡Dios, si quisieras a la gente de Arlington, Texas, la mitad de lo que yo los quiero, tendríamos avivamiento!” Inmediatamente, mi cerebrito se dio cuenta de que algo estaba gravemente mal con mi teología. ¿Qué estaba pensando?
¿Realmente creía que amaba a estas personas más que Dios? No, no exactamente. Como muchos cristianos, yo creía que Dios estaba enojado con la condición humana, y que de mí dependía apartarlos de la ira y el juicio. Estaba intercediendo, o eso pensé, suplicando a Dios en nombre de los demás. ¿Qué podría estar mal con eso? Como aprendí más tarde, mucho.
Las cosas que desde entonces el Señor me ha revelado acerca de la oración han cambiado mi vida totalmente, y ahora estoy viendo resultados milagrosos. Si ustedes no están obteniendo los resultados que saben que el Señor quiere que tengan, tal vez sea hora de considerar una mejor manera de orar. No estoy diciendo que cualquiera que no ora como yo es “del diablo”. Yo no era “del diablo” por la manera como solía orar. Amaba a Dios con todo mi corazón, y el Señor me amaba a mí. Pero no estaba obteniendo los resultados que deseaba.
Primero, debemos reconocer que Dios ya no está enojado con la humanidad. Ya no nos está acusando ni reclamando por nuestros pecados.
Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.
2 Corintios 5:19
AHORA estamos reconciliados con Dios por medio de Jesús. Eso significa que estamos en armonía y somos amigables con Dios en este momento.
Dios ya no está Enojado Contigo
Él ya no está enojado; ni siquiera está de mal humor. La guerra entre Dios y el hombre ha terminado. Eso es lo que los ángeles proclamaron en el nacimiento de Jesús.
Lucas 2:14 dice,
¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
Estos ángeles no estaban diciendo que la paz reinaría en la tierra ni que las guerras entre la gente cesarían. Eso ciertamente no ha sucedido. Proclamaban el fin de la guerra entre Dios y el hombre. Jesús pagó un precio que era infinitamente mayor que los pecados de toda la raza humana.
La ira y la justicia de Dios han sido satisfechas. Jesús lo cambió todo. Dios ya no está enojado. Su misericordia se extiende a todas las personas. Él ama al mundo, no sólo a la iglesia, sino a todo el mundo. Jesús pagó por todo el pecado.
La Escritura dice en 1 Juan 2:2,
Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
En el Antiguo Testamento, el juicio de Dios se derramaba tanto sobre las personas como sobre las naciones. En el Nuevo Testamento, el juicio de Dios se derramó sobre Jesús. Ésa es la noticia casi demasiada buena para ser verdadera del Evangelio. Ya no obtenemos lo que merecemos; obtenemos aquello por lo que Jesús pagó el precio, si sólo creemos.
Antes de que yo entendiera esto, decía: “Si Dios no juzga a los Estados Unidos, tendrá que disculparse con Sodoma y Gomorra”. Ahora digo: “Si Dios juzga a los Estados Unidos, tendrá que disculparse con Jesús”. Entender lo que Jesús hizo cambia totalmente nuestra perspectiva.
Jesús Intercedió por Ti
Segundo, Jesús ahora es el Mediador. Un mediador es aquel que busca reconciliar, o hacer la paz entre dos partes opuestas. En el Antiguo Testamento, el hombre aún no se había reconciliado con Dios por medio de Jesús. El pueblo necesitaba un mediador, alguien que intercediera con Dios a su favor. Ahí es donde encontramos a personas como Abraham y Moisés suplicando a Dios.
En Génesis 18:23-25, Abraham intercedió con Dios en nombre de Sodoma y Gomorra:
Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? [24] Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? [25] Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?
De hecho, Abraham regateó con Dios hasta que desistió de destruir a Sodoma y Gomorra por el bien de diez personas justas. Pero no había ni diez personas justas en toda la ciudad, y sólo algunos miembros de la familia de Lot sobrevivieron.
Jesús: Nuestro Eterno Intercesor
Un relato similar está anotado en Éxodo 32:9-12 y 14. Aquí Dios estaba furioso con el pueblo, y Moisés intercedió por ellos:
Dijo más Jehová a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. [10] Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande. [11] Entonces Moisés oró en presencia de Jehová su Dios, y dijo: Oh Jehová, ¿por qué se encenderá tu furor contra tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte? [12] ¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, ¿y para raerlos de sobre la faz de la tierra? Vuélvete del ardor de tu ira, y arrepiéntete de este mal contra tu pueblo… [14] Entonces Jehová se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo.
Moisés le dijo a Dios: “¡Arrepiéntete!” ¡Qué descaro! Lo que es más asombroso es que Dios se arrepintió. Por estas y otras historias del Antiguo Testamento, los “intercesores” modernos creen que nosotros también debemos permanecer en la brecha, o mediar, entre Dios y el hombre. Tal como yo lo hice hace décadas, creen que debemos suplicarle a Dios que salve a los perdidos, que detenga Su ira de aquellos a quienes está dispuesto a juzgar y que sea misericordioso con aquellos cuyas necesidades no está dispuesto a satisfacer por su indignidad.
Eso no podría estar más lejos de la verdad, pero es lo que se está enseñando en muchas iglesias hoy en día. Esta actitud ignora el hecho de que Jesús está ahora sentado a la diestra del Padre (He. 10:12), siempre esta intercediendo por nosotros (He. 7:25).
Estima lo que Cristo ha Hecho
Si Moisés o Abraham pudieron persuadir a Dios, ¿no crees que Jesús por lo menos podría hacerlo tan bien?
En 1 Timoteo 2:5, leemos,
Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.
En el Nuevo Pacto, Jesús es el ÚNICO mediador necesario para interponerse entre Dios Padre y la humanidad. El pecado ya no es un problema con Dios; ha sido expiado, y ahora somos la justicia de Dios en Cristo Jesús. Así es como Dios nos ve. Si entendemos eso, cambiará la forma en que oramos.
Era apropiado que Abraham y Moisés oraran como lo hicieron porque la ira de Dios aún no había sido apaciguada por medio de Jesús. Hoy, bajo el Nuevo Pacto, si la gente trata de mediar de esa manera, en realidad son anticristo, en contra de Cristo. Están diciendo que Jesús no fue suficiente y no están estimando lo que Cristo ha hecho. Cuando Jesús se convirtió en nuestro Mediador, les arruinó el negocio a todos los otros mediadores, para siempre. Sé que estas palabras son fuertes, pero son la verdad.
Dios no Necesita tus Súplicas
Satanás está detrás de gran parte de la enseñanza equivocada sobre la “oración”. Considere lo astuto que es su plan y el fruto que produce. Ha convencido a los creyentes para que se queden en sus armarios, tomando el lugar de Jesús en la intercesión. Pasan horas suplicándole a Dios que se aparte de Su ira, que derrame Su Espíritu y que satisfaga las necesidades de la gente.
Mientras tanto, las familias, los compañeros de trabajo y los vecinos se están yendo al infierno y se están muriendo de enfermedades. La Biblia no dice que la salvación venga por la intercesión, sino por la locura de la predicación (1 Co. 1:21). Y no se nos dice que oremos por los enfermos, sino que sanemos a los enfermos (Mt. 10:8) ordenando que la sanidad se manifieste en sus cuerpos quebrantados.
Hemos caído en el engaño al creer que la oración consiste en persuadir a Dios para que libere Su poder. Creemos que Él puede salvar, sanar y liberar, pero que está esperando a que nos portemos bien y nos lo ganemos. La verdad es que no lo merecemos, y nunca seremos lo suficientemente buenos. Debido a Jesús, todo lo que Dios tiene es nuestro. Esas son buenas noticias. Ya no tenemos que suplicar ni rogar; más bien, tenemos que ejercer la autoridad que nos ha dado y recibir Sus bendiciones.
Texto bíblico: Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960.
Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.
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